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Dije hace días que me tocaba una publicación de recapitular. Puede que sea un poco largo, así que esta es sólo la primera parte.

Yo soy Javier Alejandro Bobadilla Díaz, hijo de Rosario Teresita y Carlos Manuel, nacido en 1979, en Cayo Hueso, Centro Habana. Estudié Ciencias de la Computación -popularmente conocida como cibernética- en la Universidad de La Habana. Aunque lo parezca, la cibernética no es acerca de las computadoras, no más de lo que la carpintería es acerca de los martillos. Durante un tiempo, mientras la salud me lo permitió, estudié iaijutsu -esgrima japonesa-, que no es acerca de las espadas más de lo que la cibernética es acerca de las computadoras. Nunca he salido de Cuba, y mi viaje más largo ha sido a Colón, Matanzas. He leído, para llenar el vacío. He escuchado a los que han viajado, por la misma razón. He visto las noticias, y analizado los números de otros países.

Durante años mantuve una actitud neutral ante la política de Cuba. Si, dije "POLÍTICA". El problema del boniato en el viandero empieza en la toma de decisiones del Gobierno. Durante mucho tiempo traté de separar la política de la economía, pero en Cuba, separar cualquier cosa de la política es imposible. De eso fue de lo primero que me cansé.

Después vinieron otras cosas. La ineficiencia. La histeria controladora del Gobierno.

Cuba quedó decapitada cuando Raúl -el último que comandaba respeto-, terminó su mandato. El Gobierno es débil e incapaz, la administración de los EEUU lo sabe, y los tiempos de Obama no van a volver. Los delegados cubanos a las Naciones Unidas son una chusma escandalosa. En el Noticiero se idolatra a un abusador de patio de escuela. El Ministro de Cultura da manotazos. Nadie sabe en realidad cómo funciona nada, pero todos nos imaginamos que por detrás del telón manda El Agujero Negro de los Dólares, La Aspiradora de Euros, un ser enorme, ciego y estúpido, que NUNCA ha pensado como país.

Me cansó que politicen la vacuna, y chantajeen al pueblo con ella. Me cansó que se adjudiquen el trabajo de los científicos y los médicos, y que todo quede sin nombre en un borroso "Logros de la Revolución". Por 60 años, el médico, el científico y el profesor han sido los cubanos más sacrificados.

¿Les molesta que Maykel Osorbo grite en la calle? ¿Ven mal que ande descalzo y sin camisa?

¿Cuál de ustedes ha ido a educar a los miles de Maykel Osorbos que están creciendo ahora mismo en La Habana Vieja, en Centro Habana, en Alamar, en Marianao, en San Miguel del Padrón? A mí me educó -y aún lo hace-, mucha gente. Es el tesoro más grande que tengo. Educación no es "clases de matemática", es muchas más cosas.

Maykel Osorbo es el producto nacional más legítimo que hay. Olvídense del Cohiba y del Havana Club. No me hablen del ballet ni del récord de Sotomayor. Son cosas grandes, es gloria pura, pero hay más Maykel Osorbos que Sotomayores. Muuuuuuuuuchos más. Han creado un monstruo, y ahora el monstruo se vuelve contra su creador.

La gran mayoría de mis compañeros de estudio se fueron del país. Son gente tranquila y pensativa, que aprecia la paz y las cosas sencillas de la vida, y no encontraban sentido en vivir aquí. Yo me quedé a darme cuenta de que el problema es el boniato en el viandero, y hasta que eso no esté, todo lo demás es una cáscara vacía de nombres de héroes, culto a la personalidad y teorías sociopolíticas escritas en papel sanitario por filósofos con todos los problemas resueltos. Yo estoy haciendo exactamente lo primero que se nos enseña a no hacer. ¿Qué es? Tener nuestra propia opinión. Decirla. Querer otra cosa. Decirlo. Crear soluciones diferentes. Decirlas. Asumir mi individualidad y mi creatividad. Ser yo, no el que me enseñaron a ser.

No pertenezco a nada más allá de mi familia, ni espero pertenecer a nada. Nadie me manda a escribir esto, y son los mismos que lo leen los que me ayudan a escribirlo. Estoy en Cuba porque quiero. Si no fuera anticonstitucional, hubiera creado un nuevo partido. Si fuera posible llegar a la Asamblea Nacional -y sobre todo, esta tuviera una función REAL- me hubiera lanzado a una candidatura. Si hubiera un lugar oficial desde donde criticar lo mal hecho y proponer alternativas, lo estuviera utilizando. Como nada de lo anterior es factible -y como diría el gran filósofo José José, es verdad, soy un payaso, pero qué le voy a hacer, si uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser-, reflexiono sobre economía, política y sociedad en el Facebook, citando canciones cheas y frases de los muñequitos.

No grito descalzo en la calle porque todavía no me he visto en la necesidad, pero yo, Javier Alejandro Bobadilla Díaz, también soy un monstruo, un engendro retorcido de este país. Y estoy orgulloso de serlo.

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