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Los acontecimientos de los últimos días me dejaron pensando.

Soy feminista. La única vez que pegué afiches en las paredes de la vía pública fue en Montevideo (2019), en defensa a la ley de protección a personas trans, porque también creo que el feminismo es inclusivo, o no es feminismo. Nunca he pintado un monumento histórico, nunca tiré una piedra a nadie, nunca le prendí fuego a nada.

También, soy una mujer que vive protegida por el privilegio, o mejor, por varios privilegios económicos, culturales, educativos, familiares, etc.

Violencia solo he sufrido la que es más ¨habitual¨ (no por eso menos grave). Hombres desconocidos (decenas) masturbándose frente a mí en las calles --alguno intentó tocarme o me llegó a tocar--, hombres haciéndome comentarios vulgares en casi cualquier lugar, hombres enviandome fotos desnudos sin yo pedirlo, hombres siguiendome los pasos de noche sola, hombres asombrados de que sé arreglar el inodoro de casa sola… y muchas más de esas situaciones que nos pasó a todas en la vida, muchas veces sin haber cumplido 15 años.

(Dije hombres. En el 93% de los casos en que los hombres son violados, los victimarios también eran hombres. Con las mujeres el % es mayor. Se me calman porque les conozco)

Pero repito, soy una privilegiada. Ni mi padre, ni mi hermano, ni mis primos, ni mis tíos, ni mis abuelos me tocaron nunca, ni me vendieron a sus amigos, ni me violentaron. Jamás.

Jamás hice una denuncia a la justicia y está ignoró mi caso, me revictimizó y dejó a mi victimario libre (incluso tapándole la cara para proteger su privacidad).

Jamás mi familia o mis amigxs me han llamado loca por exigir mis derechos y equidad (aprendan esa palabra, porque la igualdad, hoy, es ingenua).

No he tenido, hasta hoy, ni una hermana, ni una madre, ni una tía, ni una amiga, ni una compañera de trabajo, ni una conocida desaparecida, o aparecida muerta con signos de violencia sexual.

¿Saben que pasa? Ese privilegio es subjetivo, circunstancial y nadie sabe qué vendrá en el futuro. Cualquier día puedo ser yo. Puede ser mi amiga, mi madre, mi prima, mi tía, mi socia.

Entonces, además de ser incapaz de descalificar a las que quieren quemar todo, las apoyo sin dudarlo. Sobre todo ante esa gente que les molesta más las vivas gritando hartas que las muertas.

Las apoyo y me representan, porque si fuera yo, si desaparece mi madre, si violan a mi amiga, si acosan a mi tía, les aseguro que yo también voy a prender fuego a todo, voy a romper todo.

Así que esas ¨locas¨, las que pintan los monumentos, las que salen en las alertas gritando histéricas, las que se sacan las tetas, las que piden a los hombres que no marchen o que marchen al final, las que llaman ¨violentas¨, ¨feminazis¨; son las que van a romper todo cuando yo no esté.

Sé que les da miedo que usemos la violencia, sé que les da miedo cuando pedimos ¨ser iguales¨, es obvio. Pero tranquilos, solo pedimos justicia: no vamos a armar una red de trata, ni a violarlos y luego enterrarlos en un jardín. No vamos a hacer lo mismo que los hombres hicieron con nosotras en toda la historia de la humanidad.

Así que agarren un balde de agua, un trapo y algo de pintura que los monumentos se limpian, se arreglan, se reconstruyen en un par de horas; las mujeres muertas, desaparecidas y violadas, no.

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